El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró que la reciente victoria legislativa de Javier Milei no se debió únicamente a factores de la política argentina, sino que fue resultado directo de su respaldo. Según relató, el oficialismo “estaba perdiendo” la elección y, tras su apoyo, se produjo un giro que calificó como “aplastante”. Las declaraciones agregan tensión a un vínculo caracterizado por la afinidad ideológica, pero también por disputas respecto al mérito político.
En una entrevista con el medio estadounidense Politico, el republicano afirmó que su rol en el escenario internacional trasciende la diplomacia formal y forma parte de una estrategia de fortalecimiento de líderes con los que comparte visión. Para ilustrar la amplitud de su influencia, recordó casos anteriores en los que intervino políticamente, como su respaldo al primer ministro húngaro, Viktor Orbán.
Al mencionar el caso argentino, Trump envió un mensaje doble: reivindicó su apoyo a Milei en medio de un clima de incertidumbre económica y política, pero también dejó entrever que ese acompañamiento tiene límites. Aseguró que la continuidad de la cooperación dependerá de la permanencia de Milei en el poder y advirtió que Estados Unidos no invertirá esfuerzos si en la Casa Rosada se produce un cambio de signo político.
Trump describió la gestión del mandatario libertario como una recuperación después de un “desastre total”, asociada —según su visión— a un giro económico que habría devuelto estabilidad al país. Esa evaluación fue parte de su justificación para respaldar a Milei, a quien calificó como “amigo”, “luchador” y “ganador”.
Las afirmaciones volvieron a encender el debate sobre el rol que Trump busca ocupar como líder geopolítico y generaron repercusión por el tono y por la lectura de los hechos. Su postura sugiere que el apoyo de Washington puede ser determinante en contextos electorales frágiles y que la sintonía personal entre mandatarios es un componente clave de su política exterior.
El alcance de sus palabras va más allá del impacto mediático: reabre la discusión sobre el nivel de influencia que Estados Unidos ejerce en procesos internos de otros países y sobre cómo esos respaldos pueden condicionar decisiones futuras.
En el caso argentino, el mensaje de Trump refuerza la idea de que su apoyo no es simbólico, sino parte de una estrategia que combina afinidad ideológica, cálculo geopolítico y capacidad de presión.
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